PROMO LA PULSEADA DE ABRIL

marzo 06, 2010

Se negó a robar para la Policía y ahora está desaparecido

Luciano Arruga tenía 16 años y sobrevivía en un barrio humilde de La Matanza, donde el Estado está prácticamente ausente. La responsabilidad del Destacamento de la zona es evidente, pero el personal policial sigue en funciones. El joven lleva más de un año desaparecido y el gobernador nunca recibió a la familia.

“A mi hermano, unos días antes de desaparecer, un policía le ofreció un arma para robar y garantías por si caía preso. Mi hermano no aceptó y desapareció”, sintetiza el caso Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga, un joven humilde de 16 años desaparecido en la madrugada del 31 de enero de 2009, cuya historia reconstruye el informe de tapa de la última edición de La Pulseada. Según indica la investigación judicial, Arruga fue secuestrado por efectivos del Destacamento Policial de Lomas del Mirador, pero no hay nadie preso ni separado de la fuerza. Tampoco se conoce el paradero del joven.
Desde tiempo antes de su desaparición, Arruga era perseguido por los policías de esa Comisaría porque se había negado a “trabajar” para ellos. “Vos sos menor, no te va a pasar nada”, le había dicho un agente. Desde ese momento, demorado injustificadamente todos los días. No podía salir del asentamiento donde vivía y tampoco podía andar con un carrito juntando cartones.
Luciano Arruga había crecido en la pobreza. Su padre lo abandonó y se quedó solo, junto a su madre y dos hermanitos, a los que ayudó a criar por ser el mayor. A los 5 años ya era el hombre de la familia. Los cuatro vivieron en una casilla del barrio 12 de octubre, en Lomas del Mirador, La Matanza, y luego en otra casilla aún más humilde de Florencio Varela. Cuando Luciano cumplió 10 años, quedaron en la calle. Su mamá consiguió un subsidio que le cubría la mitad de la estadía en un hotel de Flores; entre changas pudo pagar la otra mitad y durante 4 años vivieron casi hacinados en una habitación. Cuando se cortó el subsidio volvieron a la calle y perdieron todas sus pertenencias. Finalmente volvieron al asentamiento 12 de Octubre de La Matanza, donde vivía la abuela de Luciano. Una vecina le cedió una piecita y la dividieron en tres ambientes. Allí sobrevive la familia. La casilla no tiene baño y usan el de una estación de servicio.
El joven desaparecido hace poco más de un año, trabajó en una fábrica de fundición de metal donde se confeccionaban hebillas para zapatos. Él y otros amigos hacían jornadas de hasta 12 horas por 5 pesos la hora. “No le quedaba un peso”, cuenta su hermana en el extenso informe publicado por La Pulseada: “Se enojaba porque decía ´¿cuál es el sacrificio, tener que ir a laburar 12 horas por día a una fábrica para que me paguen dos mangos? Nosotros le insistimos tanto que había dejado de laburar y se había anotado para hacer la secundaria. Iba a comenzar el año pasado”.
La noche del 30 de enero de 2009, Luciano Arruga se juntó con sus amigos del barrio. A la madrugada volvió a su casa para buscar algo de plata. “Nunca me voy a perdonar haberme hecho la dormida –dice su madre, Monica Alegre– Yo estaba despierta, pero no quería que me pida plata”. Esa noche lo secuestraron.
Según se ha podido reconstruir, a pocas cuadras de ahí lo subieron a un móvil policial y lo llevaron al Destacamento. Los testigos indican que lo golpearon hasta matarlo y después lo hicieron desaparecer. Durante un rastrillaje, los perros olieron a Luciano en un patrullero y en un predio municipal. Además, los radares de la Policía detectaron que a determinada hora de la madrugada, dos vehículos del Destacamento estuvieron parados frente a ese predio.
Sin embargo, el Poder Judicial todavía no imputó ni proceso a nadie por el hecho. La primera fiscal del caso, Roxana Castelli, congeló la causa durante 40 días. No sólo se negó a seguir la pista policial: además puso a cargo de la investigación a la misma policía sospechada. Una vez separada del caso y sumariada, el expediente por “averiguación de paradero” pasó a manos de otra fiscal, Celia Cejas Martín. La nueva encargada de la investigación reconoce que “la hipótesis de la responsabilidad policial es la más firme”.
Los ocho policías que estaban de servicio la noche que desapareció Arruga fueron separados de la fuerza por el ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli. Pero meses después fueron reincorporados por el mismo funcionario en distintas dependencias.
En la zona, la Policía sigue hostigando a los jóvenes pobres, que finalmente ni siquiera pueden “cartonear” para sobrevivir, en un contexto de fuerte marginación social.
“La Pulseada tomó del mate que tomaba él, vio sus firmas en las paredes del barrio, habló con su mamá, su hermana y sus amigos”, dice la presentación de la investigación publicada por la revista de la obra del padre Cajade: “Para todos ellos, Luciano está desaparecido desde el 31 de enero de 2009. Para el sistema, el Estado y los grandes medios, quizás nunca existió”.

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