PROMO LA PULSEADA DE ABRIL

abril 06, 2010

Editorial de abril: "Amplificar la palabra de los pobres"

“Nos decía el abate Pierre: ‘Antes que hablarle de Dios a un hombre sin techo hay que darle un techo, y darle un techo ya es hablarle de Dios’”, contaba el padre Carlos Mugica, la imagen más conocida del compromiso de la Iglesia con los pobres que fuera asesinado por la Triple A. El abate Pierre hablaba desde la Francia desolada por la guerra, que había dejado desamparadas a miles de familias. Ocupó de prepo tierras fiscales y les dio techo. Así, le habló de Dios al mundo.
Estaba el techo, pero faltaba la palabra, acaparada por los poderosos de siempre. Exactamente como ocurre hoy. Porque devolviendo el verbo a los pueblos, también se habla de Dios.
Fue otro francés, Jean Paul Sartre, comprometido con las rebeldías y luchas de liberación de los 60, que lo señaló con absoluta claridad en su memorable prólogo a “Los condenados de la tierra” de Frantz Fanon. En ese texto imprescindible, advirtió al viejo mundo imperial que se derrumbaba: “Las bocas se abrieron solas; las voces fueron esta vez amarillas y negras. Y seguían hablando de nuestro humanismo, pero para reprocharnos nuestra inhumanidad”. Y Sartre, aún siendo ateo, les habló de Dios.
La Pulseada siempre se propuso eso: amplificar voces silenciadas, amordazadas. Desde su creación, hizo escuchar la voz de nuestros condenados de la tierra. Los reclamos de los más necesitados. De los pobres y los marginados. De los chicos desnutridos. De los que la sociedad llama “menores” y que los grandes medios convierten en “delincuentes”, cuando en realidad son víctimas de un sistema social injusto que los condena a no tener futuro, a vivir sólo el presente, hora por hora. “Si hay una necesidad, hay un derecho incumplido”, reclamaba Evita. Y así lo planteó Carlos Cajade, “el Cura”, como lo llamaban los chicos a los que desde aquella Navidad de 1984, brindó techo, amor, familia y voz, junto a la posibilidad de tener sueños y pensar en el futuro, dejando atrás el hora a hora en el que sobrevivían.
La Pulseada es la consecuencia natural de su vasta obra: es la voz de los chicos, de sus padres que muchos no conocieron, de los vecinos de las villas que habitaron, del submundo nocturno que prefirieron al infierno cotidiano de sus hogares.
Ahora el Cura no está. O mejor dicho, está. Está en Grafitos, en la panadería, en el kiosco, en la granja, en cada pibe del Hogar. Y en nosotros, en La Pulseada. Y hablamos con él como él lo hacía con la imagen de la Virgen de Schönstatt tironeando de su manto para pedir auxilio ante situaciones límites, como cuando le salvó la vida a la Negri de sonrisa ancha, emblema del Hogar y tapa de la primera Pulseada. En esa edición, firmando como Pablo Mugica, le hice un reportaje a Cajade en donde me dijo que era “cura porque se le ocurrió a Dios” y que tenía “dos vetas muy fuertes”, siendo fiel a ambas: La espiritualidad del movimiento de Schönstatt y lo social. “Encarnar el Evangelio en el más débil” y agregó que era “fruto de una generación que mantenía ideales sociales como naturales a su propia cultura y que hoy tiene 30 mil desaparecidos (…) Hacer una catequesis desde lo humano, para no desvincular más a Dios del hombre”, después aclaró que “cada uno tiene que construir la sociedad desde el lugar que ha elegido. Y yo soy feliz realmente donde estoy y desde donde trato de transmitir esa fuerza que a veces me sobra por dentro”. Su lugar, era ser cura. Por eso sólo fundó el Movimiento de los Chicos del Pueblo como respuesta al canibalismo de los 90 y más tarde, se alió con la CTA para organizar las marchas masivas que recorren el país cada año. Precisamente en una de esas marchas nació la idea de fundar La Pulseada.
El cura fue humilde y restaba importancia a su enorme obra. Nunca se dio cuenta que encarnaba el “amor eficaz”, del que hablaba Camilo, profeta de Latinoamérica.
Y se lo extraña. Mucho. Porque el vacío que dejó se nota en el desamparo de todos los chiquilines en riesgo. “Ningún pibe nace chorro”, decía y agregaba que esos pibes que la sociedad quiere condenar a la cárcel, pueden tener su camino de vuelta sólo desde el amor. Como lo sigue demostrando el Hogar. Y la revista, esta Pulseada que lleva ocho años de esfuerzo por ganarla, es la Pulseada de los desposeídos, de los “profesionales de la esperanza”, como dice el subcomandante Marcos, otro profeta de la Patria Grande. Y el cura era eso. Un profesional de la esperanza. Y hoy, con 8 años de vida, La Pulseada sigue tratando de que continúe vivo en estas páginas.
Lalo Painceira

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