PROMO LA PULSEADA DE ABRIL

agosto 13, 2009

¡¡Oh, Dios, hay pobres!!

El sábado pasado leímos con atención esta nota escrita por un colega, Juan Rezzano, en el diario Diagonales. No queremos dejar de compartila con los amigos de La Pulseada que nos visitan en la blogósfera.

Ahora resulta que el alemán Joseph Ratzinger, que se hace anunciar con el tan monárquico mote de Benedicto XVI, les abrió los ojos a los argentinos, esos caídos del catre insensibles que no se dan cuenta de nada. Desde el otro lado del océano, apoltronado en sus aposentos infestados de obsceno lujo medieval, el Papa avisó que en Argentina hay pobres. ¡¡Qué lo parió!! ¡¡Qué bajón!! ¡¡Hay pobres!! ¡¡Y son muchos!!
Conmoción.
En sus ediciones de ayer, los diarios más importantes del país muestran el desconsuelo ante la revelación divina. El desconsuelo propio y la revulsiva sobreactuación de la política. De pronto, la pobreza garpó. De repente, la pobreza les quita el sueño a todos. ¡¡Qué horror, gorda, hay pobres!!
La Nación –¿hace falta explicar a qué intereses ha respondido históricamente La Nación?– se golpea el pecho congestionado de dolor cristiano con un despliegue conmovedor: 70% por ciento de su tapa, cuatro páginas de las grandes y cinco columnas de opinión. En esa estremecida producción periodística, todo el arco opositor se retuerce en el gemido por la desgracia ajena. Radicales, peronistas, lilitos de los fieles y de los traidores y hasta la más rancia derecha macrista denuncian que la Argentina está llena de pobres y se agarran la cabeza con la duda que los mata: ¿¡Cómo puede ser, che!? “La brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor en la Argentina que nos toca vivir”, sentencia el diputado Pro Julián Obiglio, y reduce, sueltito de cuerpo: “Esta situación es pura y llanamente responsabilidad del gobierno del matrimonio Kirchner”. “Sin duda el Papa tiene razón; es un escándalo que exista esta pobreza en el país sin ninguna necesidad”, se suma el jefe de la bancada macrista de la Cámara baja nacional, Federico Pinedo. ¿¿¡¡Sin necesidad!!?? ¿Qué reverendo carajo significa eso? ¿Este señor Pinedo admite, en la profundidad de su cabecita enfriada de tanto chupar frío en La Rural, que alguna vez haya existido o vaya a existir la necesidad de que haya pobres? (De pronto, al autor de esta nota se le viene encima una de las escenas más grandiosas del cine nacional, en la entrañable Esperando la carroza: el Beto Brandoni con su mejor cara de garca, una empanada a medio comer en su mano derecha y el sufrimiento por la malaria de sus parientes en su discurso: Qué miseria, che, qué miseria. ¿Sabías qué tenían para comer? Tres empanadas que les sobraron de ayer para dos personas… me partieron el alma. ¡Dios mío! ¡Qué poco se puede hacer por la gente! Lo único que se puede hacer es no pensar, porque si no…).
Clarín no se quedó atrás. Tituló su tapa y estiró el tema hasta la página 7, aunque, en un arrebato culposo de vergüenza, deja caer, en su nota de apertura, una gota de limón entre guiones: “–que no suele caracterizarse por su insistencia en lo social–”, dice del Papa. Pero manda a uno de sus cronistas estrella, Gustavo Sierra, a conmoverse viendo pobres de cerca. Y el periodista que cubrió la guerra de Irak no necesita irse hasta Bagdad: los encuentra en el corazón de Buenos Aires, en una iglesia de Constitución que les sirve la merienda a los sin techo. “Tiene frío y hambre. Se frota las manos pero no consigue entrar en calor”, arranca la nota Sierra –aunque ya está viejo, el nuevo periodismo es bárbaro para contar desgracias. La producción se completa con el testimonio de luchadores sociales que aportan palabras eficaces –con punch– y caen, de buena fe, en la trampa de la parodia –el director de la fundación Pelota de Trapo, por ejemplo.
La pobreza que ahora quiebra las almas bondadosas existía hace dos meses, cuando los políticos hicieron campaña y los medios la cubrieron. Gran oportunidad –una campaña– para hablar de cosas importantes. Vaya si la pobreza se merecía el primer lugar en la agenda de esos 60 días –en rigor, fueron muchos más, porque la rosca empezó a principios de año y las elecciones fueron el 28 de junio. Pero los candidatos y los medios se la pasaron hablando pelotudeces sobre la efedrina, los candidatos testimoniales, las listas espejo, la runfa del parañaque y el Gran Cuñado –los candidatos se la pasaron haciendo monerías en Gran Cuñado, mientras los pobres ya eran pobres y se cagaban de hambre mientras veían cómo los candidatos se la pasaban haciendo monerías en Gran Cuñado, perdidamente enamorados de sí mismos y no de ellos, los pobres. (La propuesta para terminar con el hambre en el país que presentó la CTA, que en las últimas elecciones se asoció al espacio que lidera Martín Sabbatella, fue un oasis en el desierto, ya por existir en medio de la pantomima generalizada como por su precisión en términos de viabilidad presupuestaria)
Cualquier gil que camine por la calle –a menos que sea la calle interna del country– sabe del sufrimiento espantoso de los que no tienen más que carencias. Todos saben. Los ven. Algunos tratan de ayudar, otros prefieren no pensar. Algunos dan una moneda, otros cierran la ventanilla. Algunos juntan ropa para la señora que pide, algunos ayudan en el comedor, algunos dan todo, otros menos.
Todos saben.
Lo saben los curas de la iglesia de Benedicto XVI. Pero los hay y los hay. Para muestra, La Plata tiene dos botones.
Carlitos Cajade no se rasgaba la sotana por televisión: se la arremangaba –casi ni se la ponía– para sacar los pies desnudos de los pibes del barro del abandono, el hambre, el frío, la droga, la violencia, el rencor, la humillación, la discriminación, el pasado lacerante y expulsivo, el presente dramático y el futuro vacío y aterrador.
En cambio, el obispo Aguer se reivindica medieval –en el medioevo, los pobres eran parias librados a su suerte muros afuera de la seguridad de las ciudades– y les encarga a las chicas que, frente a los calores de la tentación, cierren las piernitas, mientras a diez minutos de su palacete de Plaza Moreno, muros afuera de la seguridad de la inclusión, a las pibas las violan y las embarazan a las trompadas.
Hay pobres, sí. Y son muchos. Millones.
Chocolate por la noticia.

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