Advierten sobre el “modelo agrícola criminal” de Monsanto

“Cuando está en juego la vida de las personas, cuando se arrasa con todo aquel que se le opone, como hace la empresa desde siempre, y se quiere lograr el dominio de la alimentación, terminando con la agricultura familiar, arrasando con ese modelo de economía doméstica, Monsanto pasa a ser una cuestión de derechos humanos”, alerta la periodista y documentalista Marie Monique Robin, autora de “El mundo según Monsanto”, un libro sobre los turbios mecanismos empleados por la multinacional para manejar la industria de los agroquímicos a nivel global.
“Monsanto se propone controlar la alimentación del mundo y no está muy lejos de poder lograrlo, y lo hace a partir de la manipulación genética, y luego con el sistema de patentes de las semillas, que nada tiene que ver con la idea de alimentar al mundo que ellos mismos publicitan”, explica en el número de junio de la revista La Pulseada. "Viene todo en el ´paquete agrícola´: semillas, herbicida y las patentes del producto. Con el patentamiento de las semillas se cierra la fase en la que se adueñan del control de la alimentación, tras haber logrado la ´revolución verde´ con la utilización de los herbicidas a escala mundial y la consecuente contaminación que eso provoca”.
La documentalista francesa relata haber visto, viajando por el país, en “La Pampa, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, la manera salvaje en la que están acabando con los bosques nativos, desforestando de una manera implacable para que luego se cultive soja transgénica”. En Formosa llegó a ver fumigaciones con agrotóxico en la puerta de una escuela. “Y vi cómo los fumigadores trabajaban en remera, sin guantes ni ninguna protección, aspirando ese aire envenenado. ¡¿Cómo Argentina cayó en una trampa tan grande?! Millones de hectáreas de tierras cultivadas y contaminadas, fumigadas con Roundup... Acabaron con los tambos, con los campos... ¡Hay que reaccionar!”.
La francesa María Monique Robin es hija de agricultores. “Fui criada en un ámbito natural, y desde siempre amé la tierra”, cuenta en una extensa entrevista publicada en la reciente edición de La Pulseada. “Empezó a alertarme la amenaza que implicaba para la biodiversidad el auge de la biotecnología, los usos y aplicaciones de los transgénicos, los organismos genéticamente modificados (OGM)".
“Mi último documental, ´Argentina: la soja del hambre´, muestra cómo los OGM llegaron a cubrir la mitad de la superficie cultivada del país, con el producto ´estrella´ de la empresa: la soja Roundup Ready (Soja RR), llamada así porque es resistente al Roundup, herbicida fabricado por Monsanto, el más vendido del mundo... Todos los caminos me conducían a Monsanto”.
Hace diez años, Argentina desconocía el cultivo de soja transgénica; en la actualidad, hay 18 millones de hectáreas de soja RR (más de la mitad de la superficie total cultivada) que requieren la fumigación de 180 a 200 millones de litros de Roundup al año. La grave contaminación medioambiental y humana que padecen miles de argentinos fue trasladándose a distintos puntos del país; el avance del monocultivo barrió con criaderos de pequeños animales, tambos y chacras de pequeños productores, dejando a su paso un gran “desierto verde”, en donde se cultivan semillas de un alimento que Argentina no consume (más del 90 por ciento de la producción de soja se exporta).
La investigadora francesa recorrió el país con su libro y su documental denunciando los peligros del negocio sojero. “El problema de este modelo es que los grandes sojeros no viven en los lugares que fumigan, es más, ni siquiera son agricultores; el campesino que viene a fumigar es un pobre hombre mandado por una empresa, al que le pagan una miseria y desconoce que se está contaminando. En el negocio de la soja –explica en La Pulseada- sólo se necesita emplear una persona cada 500 hectáreas, a diferencia de la agricultura familiar en la que se requiere más personal. Monsanto impone un modelo agrícola sin agricultores, un modelo criminal”.

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